Desahogo

Aquel muchacho escribía en las condiciones más desfavorables que pudiera imaginar un escritor. Una vez, hace tiempo, le dijo un poeta dominicano al verle escribiendo en un bar a las tantas de la madrugada: "cuanto más te alejas de la gente más profundizas en el corazón del ser humano, esto es algo que sólo los poetas pueden entender". Aquel poeta leía sus poemas y antes de hacerlo decía: "Fíjate qué cosa tan tremenda... Tú callas, pero en el silencio dejas que germine la potente voluntad del Hacedor. Cuando no encuentres el camino, cuando creas no entender nada. No te preocupes, sigue sin entender, que cuando menos entiendes más comprendes". El joven escritor, atento y expectante, no necesitaba más que su mirada para responder al discurso. El poeta lo sabía. Y continuó: "siento que este lugar es un espacio limpio de perturbaciones, soterrado. Aquí puedo expresarme sin esperar nada. Un escaparate para pocos ojos. Una esquina que está. Todo el mundo sabe que está, pero nadie la ha visto. "Aprovecha ese rayito de sol", respondió el viejo dominicano.

Las últimas gotas de sangre firman su última carta. Un disparo reventó sus tripas que, por voluntad de estertores, sobresalen por la comisura de sus labios pintados de un negro rojizo. Nadie le conocía, por lo que en su funeral sólo se presentaron una pluma y un papel en blanco. Formaba parte del Club de los Suicidas.

Prueba a desahogarte. A tu manera, a tu estilo. No importa. El resultado es el mismo. Sigues igual, pero crees sentirte mejor. Hasta que abres los ojos y obsevas que los colores siguen siendo fuertes por fuera, y desaturados por dentro. Sepia o blanco y negro, ¿por qué no?

Me gustan.

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