Antes de empezar a hablar contigo ya tenía calor. Desde la distancia, me pregunté qué hacía yo ahí de pie, con las cejas inclinadas, el abrigo a punto de caerse y mis manos sujetando una bebida de un desconocido. Ah, y cara de bobalicón. Desde la distancia, aproximadamente unos seis metros y medio, comenzamos a desearnos, de arriba a abajo, sin pelos en los ojos. Esconder el cuerpo, esconderme entre los colores del rubor era lo que me empujaba a mostrarme débil. Presa fácil. Aprovecho mi inseguridad para buscar un pañuelo entre mis trillones de bolsillos y secar mi frente. Ni rastro. Con los nervios se me caen los colores.
Ahora, me descuido. Pestañeo y te veo a diez centímetros de mi nariz. Mientras me hablas de lo buena que es la banda, y de algo más, no puedo evitar tener la mirada vidriosa e imaginarte haciendo travesuras.
Te da por bailar. Me derrites, te deslizas, resbalamos como gotas de sonido en una mesa de mezclas. Te acercas a una distancia de considerable proximidad a lo que es la comisura de mis faders. Me coges de la matriz. Tu mano derecha comienza a cartografiar mis frecuencias. Y la mía por las tuyas, que se mueven solas. Noto tu respiración, intensa y húmeda.
En el tercer riff de trompetas recuerdo mi antiguo propósito de retar mi titubeo ante situaciones de elevada carga libidinosa. Aferro mi mano izquierda a tu ganancia, te dejo apreciar la textura de mi
patch pannel contra el borde de tu matriz. Tus filtros chocan contra flexo. Añado una pequeña apertura de faders, liberando el aire caliente que enciende mi cuerpo. Me susurras algo al oído que no entiendo bien, y yo, haciendo como que no ha pasado nada, te contesto:
"me encantaría ecualizarte, de arriba a abajo".
CONTROL: Sube música
Por dónde íbamos. Ah, sí. Intento del comienzo del segundo acto. Muertos de calor, creo, y lloviendo.
CONTROL: Ráfaga
En una pecera, con el creciente riego sanguíneo en zonas erógenas de carácter palpable. De eso sí me acuerdo. Y de los faders. Esos faders húmedos que dejan escapar de vez en cuando un grito ahogado. O un gemido para adentro (es que lo del grito viene luego). Cuando me quiero dar cuenta nuestras manos se han colado dentro.
Ritmo adecuado. 4x2, a cuatro manos. Entramos en canela.
Tus manos se enlazan y las mías se confunden, como tocando un violín. Sin decir nada, ahora sabemos hablar más de una lengua. Seguimos las gotas con los ojos cerrados. Quitamos la envoltura con la yema de los dedos. Al rojo vivo.
- Cuidado que quema
- Lo mismo digo...
Cara A, lametazo viene, lametazo va. Resbalones, jadeos. Lubricante corporal Gran Reserva; 69 usos con sabor a canela, fresa y pistacho. Nos comemos los rulos y nos chupamos enteros. Sucios.
- ¿Y la Cara B?
- Espera
(-Efecto Tape-, sacas la cinta, das media vuelta y la vuelves a introducir)